lunes, 10 de noviembre de 2014

A continuación podéis leer los dos primeros relatos de "Macedonia no es un país" más varios relatos sueltos de este ameno libro donde intento representar un visión global de la humanidad en el instante actual. Espero que disfrutéis igual que lo he hecho yo escribiéndolos y, si es posible, que reflexionéis conmigo.

Coltan y El acuerdo



Coltan
En algún lugar maldecido por la naturaleza, cerca de la frontera entre la República Democrática del Congo y Ruanda. Una sinfonía monocorde de golpes de herramientas contra las piedras se desparrama por la ladera. La espalda de ébano reluce al sol, como si el sudor le hubiera dado lustre, mientras la respiración entrecortada de ese torso compite con el sonido del pico escarbando.
La mano de su compañero se deposita en su hombro: ─Sí sigues así en pocas horas tendrás un dolor insoportable en los brazos y en unos días no podrás trabajar y eso aquí es la muerte─. Retira su mano y prosigue su labor.
El novato se para y desafiante le espeta─: ¿Y a ti eso que te importa?
─Nada ─responde sin dejar de picar, para añadir─: Si quieres morir pronto sigue peleándote contra la piedra, tu rabia no te va a servir de nada. Si quieres vivir, da golpes regulares acompasados con la respiración.
─¿Cuánto tiempo llevas aquí? ─le pregunta el novato.
─5 años ─responde.
─Entonces por eso te llaman abuelo, es verdad lo que dicen de ti, ¿Cómo has podido aguantar tanto? ─pregunta incrédulo el novato que lleva un rato sin golpear la tierra de la ladera, llamando así la atención de un guardia situado sobre ella. Este intenta apuntar con su moderno fusil de asalto AK103, pero el efecto de las drogas en su cuerpo le impiden fijar el blanco; decide descender hacia ellos. No parece un soldado de verdad a la vista de su desastrado uniforme.
─No pensando en que podría estar haciendo otra cosa… y vuelve a golpear que estás llamando la atención ─responde el abuelo sin dejar su herramienta.
Dando tumbos mientras se dirige hacia ellos el soldado les grita─: ¡Abuelo! Te gusta charlar, ya tenía ganas de pillarte; que te has creído que es la hora del té. Volver al trabajo tú y tu nueva novia.
El novato hace intención de volverse pero el abuelo le coge por la nuca mientras le dice: ─Pica y no lo mires, sólo pica─, él con la cabeza gacha mira de reojo al soldado; el tiempo suficiente para distinguir la estela de un avión que corta el cielo.


El acuerdo
─Acabamos de pasar sobre los volcanes Virunga*, ¡no puedo creerlo! ─exclama sonriente la chica occidental situada junto a la ventanilla del avión.
─Alguien olvidó quitar las nubes ─le dice irónicamente el chico a su lado.
─Estoy deseando de llegar al safari y ver todo esos animales, ¡me encanta África!, que nerviosa estoy ─insiste ella obviando la apatía de él.
Serio, el chico le llama la atención. ─Recuerda tu promesa, yo voy al safari y tu subes hasta el último refugio del Kilimanjaro, ─pone la mirada del padre que ha sorprendido a su hija haciendo una travesura.
─Claro tonto, tu disfrutas del safari conmigo y yo voy a tu montaña, ─y volviéndose le da un beso en los labios. ─Te quiero tontito.
─Y el año que viene a ver los gorilas en los Virunga ─continúa ella, poniendo cara de caramelito.
─Teníamos que haber hecho el trekking primero y el safari después, que no me fio…
La chica se vuelve aparentando seriedad y le dice─: Te lo he prometido y no me gusta que dudes una y otra vez de mí. Disfrutemos de nuestra luna de miel.
─Vale, perdona ─se disculpa el chico dándole otro beso.
Ella se vuelve de nuevo a mirar por la ventanilla del avión, como una colegiala en día de excursión. ─Estoy deseando llegar al safari…
*Los volcanes Virunga están situados entre la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda.


El tigre de Amur*



Los dos guardias forestales apenas pueden avanzar, sus piernas se entierran en la nieve hasta las rodillas. La taiga en enero no es un lugar amable con los seres humanos ni con los animales. El mayor, ruso, avanza delante; el más joven, de origen chino, sigue sus pasos en silencio.
─Fíjate arrastra la barriga, mira el surco que está dejando en la nieve, ya te dije que está en las últimas ─dice el mayor haciendo gestos al joven.
─Esto no estar bien ─afirma el joven negando con la cabeza.
─Seguro que va para el cebo que le hemos puesto ─continua el mayor observando el rastro con detenimiento.
─Nosotros estar para protegerlos no para matar ─insiste el guardia joven.
El mayor se vuelve y acerca su cara al joven para preguntarle─: ¿Tú eres ruso o chino?
─Yo ruso, mis padres chinos ─responde el joven bajando la vista.
─Entonces por qué demonios hablas como si fueras chino ─le espeta el guardia mayor.
─En mi barrio sólo vivir chinos, yo sólo hablar ruso con usted ─dice el joven echándose un poco hacia atrás.
El mayor se vuelve y maldice en voz baja: «Jodidos chinos, pronto habrá más chinos que rusos».
Atraviesan un arroyo helado y salen a un claro. ─Mira está fatigado, las huellas son más nítidas, tanto que un niño podría seguirlas, es una pieza fácil para los furtivos. Por suerte vamos a llegar antes que ellos ─dice el mayor sin dirigirse a nadie en particular. Al mirar al joven ve el desacuerdo en su cara.
El mayor saca un pitillo y lo enciende, apenas arde; no le ofrece uno al chico. ─He matado a más de un hombre para protegerlos pero ese viejo seguramente está ciego y sordo. ¿Quién crees que me ha dado el soplo? Los mismos que lo controlan. Sabes mejor que yo que cuando tengas mi edad no quedará ninguno en estás montañas, con lo que saquemos de la venta de sus huesos tendremos una buena extra toda la guardería. Más de ciento cincuenta kilos de hueso… tus compatriotas lo pagaran bien─, tira el cigarrillo a medio consumir sobre la nieve y le dice al joven─: Quédate aquí y ven cuando escuches el disparo.
A sus casi 50 años le cuesta moverse con tanta nieve, se arrastra entre arbustos hasta distinguir un magnífico ejemplar de casi 3 metros alimentándose del ciervo que le dejaron de cebo. Sabe que no ve y se acerca a rastras contra el viento para que no le huela. Apunta con su rifle y por la mira telescópica observa la cabeza del tigre. Este se vuelve y mira en su dirección, por un momento es como si el tigre pudiera ver su ojo a través de la mirilla. Indolente, el tigre vuelve a comer, masticando con esfuerzo la carne helada, le faltan dientes. Fija la mira en el oído del animal, en ese momento le viene un recuerdo de su infancia, del día que su padre, guarda también en la reserva, apareció en casa con dos cachorros de tigre que había que amamantar porque los furtivos habían matado a su madre.
A la vez que su dedo se tensa sobre el gatillo una lágrima se congela bajo su parpado sin poder seguir su curso natural.

* Esta especie de tigre recibe su nombre del Rio Amur que desemboca en el mar de Ojotsk tras formar durante un largo tramo la frontera natural entre Rusia y China.

Las manos manchadas



Ha vuelto a casa tras otra jornada de trabajo agotadora, cada vez hay más pedidos y los turnos alcanzan las doce horas; por lo menos le pagan las horas extras o se supone que se las pagaran… algún día.
Todo el día calibrando casquillos, cuando llega a casa calcula sin querer el diámetro de todas las cosas, hasta de la cabeza de su mujer. Normalmente las niñas no están, pero hoy con la nevada no han salido de casa. Al final ha sido peor las tres mujeres han intentado mantener una conversación pero él estaba ido, su mente le daba vueltas a otra cosa. En realidad no ha podido pensar en otra cosa desde que contempló esas imágenes del telediario.
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La Libertad



Observa la sala a su alrededor, la luz de las velas ilumina tenuemente los contornos de los practicantes que meditan sentados. Algunos se balancean, otros permanecen firmes como el tronco de un árbol. Todos en silencio, por lo menos hacia afuera, porque hacia adentro inagotables corrientes de pensamientos inundan sus mentes. La suya también, lo único que es capaz de observar esa corriente como la de un arroyo sin mojarse las manos en ella.
Quizás deba hablar, pronunciar alguna enseñanza, todos la esperan, aunque no la pidan con sus bocas la piden con sus cuerpos, de una manera muy sutil que es capaz de captar. Desean que el maestro hable par...
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